Guillermo del Toro at TIFF 2025 Frankenstein screening

Frankenstein 2025: ¿que hay de nuevo, viejo?

Frankenstein 2025 poster

Cuando una obra literaria clásica es una vez adaptada a otro medio siempre la primera pregunta que debe uno hacerse es: ¿para qué? ¿Para qué se adapta una vez más Drácula? ¿Para qué se adapta una vez más Frankenstein? ¿Qué se busca decir que no se haya dicho hasta ahora? Pero sobre todo, y en el caso de una obra como esta que ya en su versión literaria original ha dado todo lo que se le puede pedir, los porqués de intentar llevarla nuevamente a otro medio cobran aun más relevancia.

La adaptación de 2025 de Frankenstein por parte de Guillermo del Toro parece intentar un reflejo más fiel a la obra original que las versiones de “Universal Monsters” clásico, con Boris Karloff haciendo del monstruo con movimientos mecánicos, tornillos sobresaliendo de su cuello, cráneo cuadrado y una cicatriz que efectivamente suturaba el resto del cráneo con la “tapa” de los sesos. En este sentido, parece ser más una remake de la adaptación previa de Kenneth Branagh de 1994 (tengo que confesar aquí poco profesionalmente que es una película que no puedo juzgar objetivamente ya que recuerdo perfectamente cuando fui a verla al cine con mi padre, yo teniendo quizás once años en aquel entonces), Mary Shelley’s Frankenstein.

Prince of Wales Theatre, Toronto

La película de Branagh había intentado seguir el camino del éxito de la adaptación de Francis Ford Coppola del otro gran monstruo Gótico de todos los tiempos en Bram Stoker’s Dracula. Y si bien la película de Branagh fue mucho más fiel al material original que la de Coppola, los malos resultados en la taquilla dictaminaron que la saga de monstruos antepuestos al nombre de sus autores no siguiera.

Aún con sus falencias y omisiones propias de cualquier adaptación, la versión del monstruo llevada a las pantallas en 1994 resultó modestamente revolucionaria: al optar por una representación mucho más fiel al texto original, la película por fin introdujo a las audiencias masivas al monstruo con sus complejidades tal como fue ideado por la joven, apenas postadolescente, Mary Shelley cuando ideó su fantástica historia en 1816 en Villa Diodati. Por primera vez cuestiones fundamentales acerca del monstruo creado por el Doctor Frankenstein como un ser incomprendido, rechazado por la sociedad, víctima de su creador, pero también un ser resentido, malvado y vengativo, dejaron atrás la idea del monstruo como una ficha intercambiable con un zombie o una momia reanimada. La caracterización de Robert De Niro como el monstruo también resultó efectiva en el sentido que trabajó con el body horror que le resulta fundamental a la novela: su cuerpo era claramente el resultado de la sutura de cadáveres de criminales.

Aún más, la adaptación de Branagh introdujo algunos de los mecanismos narrativos propios de la novela de Shelley que a su vez, propia del siglo XIX, utiliza elementos como el de la narración enmarcada, correspondencia y diarios para su narrativa.

La nueva versión de Guillermo del Toro parte de esta base propuesta por Branagh: está claramente separada en partes que hacen lo mejor posible por adaptar la compleja estructura enmarcada de la novela original, propone al monstruo como un sujeto que es la unión de partes de cadáveres, incluso también tiene una escena como la película de 1994 en una academia de medicina típica del siglo XIX, y por lo demás también incorpora las secuencias cruciales de la educación del monstruo que también están en la novela pero que el público amplio seguramente desconozca.

A todo este le suma unos escenarios realmente impresionantes que acompañados por unos vestuarios que destacan en determinados personajes y escenas le dan a la película una distinción que es la marca de origen de cualquier película de Del Toro.

El problema es que más allá de estas mejoras en la presentación la película no tiene mucho más para ofrecer. Por el contrario, el abordaje de la historia resulta pobre, reduciendo las tensiones narrativas y los conflictos internos y externos de los personajes a una serie de caprichos arbitrarios.

Víctor Frankenstein aparece retratado como un joven soberbio y no muy lúcido, lo primero de lo cual es posible de leer en la obra de Shelley, pero que aquí, por otras elecciones del guión, terminan proyectándolo como un personaje sonso y poco interesante. Esto está íntimamente ligado al modo en el que Del Toro construyó a su monstruo: una víctima pura, sin maldad alguna, sin motivos para su venganza, sin conflictos con el mundo exterior más allá de algunas pequeñas escaramuzas.

Lo más doloroso, sin dudas, en esta nueva adaptación es el cambio que introduce el director mexicano en la historia de Víctor y Elizabeth, haciendo a esta última la prometida de su hermano William que en la película nunca murió a manos del monstruo y por ende creció para convertirse en un adulto. En la película, Elizabeth es la sobrina de un personaje que aparece como el mecenas de Víctor a cambio, esto lo sabremos más adelante, que el científico le prometa revivirlo a él mismo, enfermo como está de sífilis.

Toda esta subtrama resulta francamente absurda. Víctor deja de ser el genio loco y solitario, rechazado por la ciencia y la sociedad de su época para convertirse en el empleado de un millonario. Para peor, este nuevo personaje aparece básicamente como un mecanismo narrativo para hacer que el momento en el que el monstruo nazca no sea exactamente como lo esperaba Víctor, lo que le hace pensar que por esta falla es que el monstruo es un experimento fallido.

En este sentido, no queda del todo claro qué es lo que a Víctor le genera rechazo del monstruo. En la novela original, Víctor apenas se da cuenta del horror que acaba de cometer reviviendo un cuerpo muerto, huye y abandona a su creación. En la película de 2025 pasa varios meses cuidándolo y “educándolo” sólo para decepcionarse porque el monstruo no parece poder aprender a la velocidad que él desea. Para remarcar estas expectativas, Del Toro ha mostrado previamente que Víctor sufrió una educación muy severa y violenta de parte de su propio padre, lo que explicaría por qué ahora él, como “padre” también fracasa.

Similar situación se produce con el trato que se le da a Elizabeth: coqueteando entre los dos hermanos y finalmente “enamorada” (¿?) del monstruo en un “amor a primera vista” que recuerda quizás a otras películas anteriores de Del Toro pero que no tiene ningún motivo de ser en la historia de Frankenstein.

Todo este embrollo absurdo no termina de convencer; por el contrario, le quita la fuerza y potencia a los motivos y conflictos del monstruo de la novela original.

A todo esto, sumarle momentos de obviedad absurda como por ejemplo cuando William le dice a Víctor: “Tú eres el verdadero monstruo” y el resultado final es una película estéticamente bella e impresionante, pero con su potencia narrativa original completamente vaciada hasta convertirla en una trama absurda y llena de agujeros narrativos.

Es realmente una lástima que, teniendo los recursos y habilidad técnica para hacer una adaptación más fiel, o al menos igual de potente a nivel narrativo, el resultado final haya sido este. Una película linda de observar, que simula ser Frankenstein, pero que al igual que Bram Stoker’s Dracula de Francis Ford Coppola, rechaza casi vergonzosamente la genialidad del texto original y no propone nada que pueda reemplazarlo en cuanto a potencia narrativa.